EDIPO REY
Guía de lectura
Guía de lectura
1. La obra
se abre con una escena introductoria, a modo de prólogo. Edipo se dirige a los
ciudadanos congregados ante su palacio, que estarán representados por el coro.
Toma la palabra un sacerdote, que hace una exposición de las circunstancias de
las que arranca la acción.
2. Aquí, y
en varios pasajes de la obra, se llama a los Tebanos «hijos de Cadmo» o
«Cadmeos». Cadmo se consideraba el antepasado más remoto del pueblo tebano.
¿Por qué?.
Según la
leyenda, Cadmo era hermano de Europa. Cuando la muchacha fue raptada por Zeus,
Agenor, su padre, ordenó a sus hijos que salieran en busca de su hermana,
diciéndoles que no volvieran a presentarse ante él si no eran capaces de
encontrarla. Los jóvenes comprenderían muy pronto que la búsqueda era inútil y
se establecieron en distintos países. Cadmo se dirigió a Tracia con su madre y
permaneció allí un tiempo. Cuando su madre murió, Cadmo decidió consultar al
oráculo de Delfos acerca de su destino. La respuesta que recibió fue la
siguiente: debía abandonar la búsqueda de su hermana y fundar una nueva ciudad.
Para encontrar el lugar sobre el que se levantaría ésta, debía seguir los pasos
de una vaca con los flancos marcados con el signo de la luna. El lugar en el
que ésta desfalleciera y cayera muerta se convertiría en su reino. El oráculo
se cumplió y, de este modo, se fundó la nueva ciudad de Tebas. Cadmo recibió
por esposa a Harmonía, una hija de Ares y Afrodita, de la que tuvo varias
hijas, y un solo hijo varón, Polidoro, que heredó el trono de la ciudad. (Ver Genealogía de Edipo)
3. Los
ciudadanos de Tebas aparecen en la primera escena congregados ante el palacio
de Edipo «coronados con ramos de suplicantes» ¿qué quiere decir esta expresión?
La
literatura griega está llena de menciones a los suplicantes. No debemos, sin
embargo, pensar que el término alude a cualquier forma de petición; la súplica
formaba parte de los rituales propios de la religiosidad griega y seguía un
procedimiento preestablecido y conocido por todos. Aparentemente, cualquier
persona podía dirigirse en actitud suplicante hacia quien consideraba con mayor
poder que él, solicitando su protección. Automáticamente, por su condición de
suplicante, esa persona podía contar con el favor de Zeus, que castigaba
severamente a quienes se mostraban indiferentes ante el dolor y la indefensión
ajena. Dado que quien despreciaba a un suplicante menospreciaba el poder del
propio padre de los dioses, podemos entender la fuerza que cobraba quien
recurría a esta fórmula.
Para
subrayar la naturaleza sagrada de la súplica, ésta se formulaba habitualmente
junto a un altar. Los suplicantes acudían a él llevando en la mano, como señal,
unos ramos de olivo o laurel atados con hilos de lana y éstos permanecían sobre
el altar hasta que la petición se satisfacía.
4. Creonte
vuelve de consultar el oráculo de Delfos coronado con ramas de laurel. Edipo
considera que esto es un signo favorable ¿Por qué?
El laurel
era el árbol sagrado de Apolo y, por ello, se coronaban con sus ramas aquellos
que habían recibido buenas noticias en Delfos a través de la Pitia.
5. ¿Por qué
se ha producido la peste en la ciudad de Tebas?
La peste es
un castigo de Apolo. la divinidad que, como su hermana Ártemis, puede enviar
con sus flechas una muerte dulce y repentina. En la Ilíada ya aparece
una peste surgida por un motivo semejante, y muchos autores han comentado que
en la época en la que vivió Sófocles la ciudad de Atenas conoció una enfermedad
de estas características, que para muchos no era sino el castigo que se habían
ganado los ciudadanos por su soberbia.
Los
habitantes de Tebas, en principio, no han cometido ningún pecado; pero, sin
saberlo, son cómplices del asesinato de Layo al haber coronado rey a Edipo, el
autor material del crimen. Por otra parte, el propio Edipo no es consciente de
la gravedad de su falta. Ha matado a un hombre pero no sabía que éste era su
padre ni tampoco sabe que ha tomado a su madre por esposa; además, este destino
terrible le estaba reservado desde antes de nacer. Esto nos remite a dos
conceptos muy característicos de la religiosidad antigua: en primer lugar, la
culpabilidad no recae sólo en quien comete un pecado consciente y
voluntariamente; es culpable también quien obra mal sin saberlo. Además, la
culpa es como una mancha que se extiende y contamina todo el entorno del autor
de la falta. Así, la ciudad de Tebas es víctima del castigo que merece Edipo
del mismo modo que éste, a su vez, está marcado desde su nacimiento por una
maldición formulada a consecuencia de las acciones de su padre Layo.
6. En la
primera intervención larga del coro (párodo) aparecen varias alusiones
religiosas. Éstas son las más importantes:
La primera
estrofa habla del oráculo de Zeus. Como sabemos, el oráculo de Delfos era del
dios Apolo, pero se consideraba que, a través de él, se expresaba también la
voluntad de su padre Zeus. Delfos recibe el nombre de Pito por la serpiente
Pitón, a la que Apolo dio muerte allí y el epíteto «la rica en oro» hace
alusión a los tesoros que llegaban como ofrendas al santuario. Apolo recibe
también el nombre de Delios por haber nacido en la isla de Delos, y el de
sanador por su poder para curar.
En la
segunda estrofa, el coro explica cómo los ciudadanos, por efecto de la peste,
se precipitan un tras otro en «la costa del dios de las sombras». Éste no es
otro que Hades, dios del mundo de los muertos, envuelto siempre en oscuridad.
En la
tercera estrofa la peste se compara con Ares, el dios de la guerra. Como él, la
enfermedad provoca innumerables víctimas, sin que ni siquiera se pueda buscar
en este caso la protección de los escudos. El coro pide que el mal se aleje de
la ciudad y se dirija hacia el lecho de Anfitrita, la diosa esposa de Posidón,
que vive en el fondo del mar.
En la
antistrofa 3ª el coro emplea otro de los nombres de Apolo: «Liceo», de difícil
interpretación. Algunos autores lo han relacionado con la palabra griega (lýkos)
que significa lobo, o con el nombre de Licia, la antigua región de Asia Menor.
A continuación, la invocación se dirige a Baco o Dionisos quien, según el
texto, da nombre a la región. Al parecer, Tebas era conocida como «la tierra de
Baco»;y sin duda se podía considerar unida a él por lazos familiares, dado que
el dios era hijo de Sémele y, por tanto, descendiente de Cadmo (Ver Genealogía de Edipo). La mitra de oro era uno de
sus atributos característicos y se le asocia también con el color rojizo por el
vino, del que es dios. Las ménades eran las mujeres que celebraban las
festividades en su honor, durante las cuales entraban en una especie de estado
de trance o «éxtasis dionisíaco» que se acompañaba de un grito ritual, el
«evohé».
7. El primer
episodio pone en escena la entrevista entre Edipo y Tiresias. ¿Quién es este
personaje?
Tiresias es
un adivino que desempeña un papel muy importante dentro del ciclo tebano.
Formaba parte, por tanto, de los elementos de la obra que resultaban familiares
a los espectadores. Cuando aparece en escena lo hace acompañado por un niño y,
en seguida, el propio Edipo hace alusión a la ceguera del anciano. Según la
leyenda, cuando todavía era un joven había contemplado desnuda a la diosa
Atenea y ésta, en castigo, le había quitado la vista. Después, la propia diosa,
compadecida, le había concedido el don de la adivinación para compensar esta
pérdida. Según otra versión, Zeus y Hera habían preguntado a Tiresias quién
obtenía mayor disfrute en el amor, el hombre o la mujer. Tiresias, que, según
este relato, había sido mujer durante un tiempo de su vida, contestó que eran
éstas las que más gozaban; Hera se irritó tanto por su respuesta que le dejó
ciego inmediatamente y Zeus, para compensarle, le dio el poder de hacer profecías.
En la obra
se alude a que Tiresias se sirve de la interpretación del canto de las aves
para su arte, aunque existían también otros métodos. En Antígona se
habla de la lectura del fuego de los sacrificios, que sacaba sus conclusiones a
partir de la forma en que ardían los despojos de las víctimas. Todas estas
técnicas conformaban lo que se conocía como mántica, que en época de Sófocles
gozaba de enorme popularidad entre el pueblo ateniense pese a las burlas de que
le hacían objeto los ilustrados. También Edipo acabará aquí burlándose de
Tiresias y su arte, convirtiéndose en un símbolo de los racionalistas
atenienses. Tiresias, por su parte, habla continuamente haciendo uso de
formulas enigmáticas que, si bien sirven al autor para sostener la tensión dramática,
reflejan al mismo tiempo el tipo de mensajes propios de los presagios de los
adivinos, sujetos siempre a la interpretación.
8. En la
siguiente intervención del coro se vuelve a tratar el tema de la fe en los
adivinos. Esta vez, son los ciudadanos quienes dudan que sea necesario
considerar mejor el juicio de Tiresias que el suyo propio.
9. En el
episodio segundo aparecen en escena Creonte y Yocasta. Edipo, irritado por las
palabras de Tiresias sospecha ya que es víctima de una conjura de la que responsabiliza
al hermano de su esposa. Creonte defiende su inocencia y, en un pasaje, hace un
bello discurso sobre los beneficios que tiene aquel que no posee el poder.
Yocasta entra para poner paz y, tras escuchar a Edipo, intenta tranquilizarle
negando credibilidad a los oráculos. Para ello pone como ejemplo la profecía
que aseguraba que Layo moriría víctima de su hijo. Se pone de manifiesto aquí
la llamada «ironía trágica», ya que todos los espectadores sabían que,
precisamente, esta profecía resultaría ser completamente cierta. En toda la
obra hay ejemplos de este mismo recurso que busca, esencialmente, poner en boca
de los personajes palabras que poseen un sentido oculto para ellos mismos, pero
evidente para el público.
10. El coro
interviene al final de esta escena con una emocionada defensa de las leyes
divinas que rigen el destino de los hombres. En la primera antístrofa se
critica la insolencia, que conduce al abismo a quien cae en ella. Esto parece
una clara alusión a aquellos que, orgullosos del poder de la razón, desprecian
las antiguas creencias. En los siguientes versos, el coro añade un argumento
más: es preciso que las profecías se cumplan y que quienes ofenden a los dioses
con actos impuros sean castigados porque, si no, no tiene sentido mantener los
ritos solemnes. Quizás este pasaje sea uno de los momentos en los que más
claramente exprese el autor su propia postura frente a un debate que atraía la
atención de un buen número de sus conciudadanos. Entre la audacia de la razón
que intenta enfrentarse al poder divino y la sumisión ciega a este último,
Sófocles apuesta por la segunda y no sólo asegura que los dioses destruyen a
quien se opone a su voluntad, sino que afirma que sólo de este modo puede
sostenerse todo el edificio de las antiguas creencias.
11. En el
tercer episodio, después de la llegada del mensajero de Corinto, anunciando la
muerte de Pólibo, la acción se precipita rápidamente hacia el desenlace trágico.
En un primer momento, Yocasta y Edipo se sienten liberados de todos su temores
y manifiestan en voz alta su desprecio por los presagios y adivinaciones. De
nuevo se hace presente la ironía, pues el mismo que ha venido a traer las
noticias en las que Edipo cree haber hallado la salvación es el que va a
revelar las circunstancias oscuras que rodean el nacimiento del protagonista.
Yocasta, aterrada, se retira de escena. Edipo, que interpreta su agitación como
una señal de orgullo, dice desear conocer su origen «aunque sea humilde».
Obviamente, el público sabe que lo mejor que podría ocurrirle a Edipo es
carecer de nobles linajes. La verdad es mucho más terrible.
12. En este
punto el coro interviene esperanzado, sugiriendo que Edipo, dado que parece
haber aparecido misteriosamente en medio de los bosques del monte Citerón,
puede ser hijo de un dios relacionado con estos parajes no habitados por los
hombres. Tal vez de Pan y una ninfa, o de una amante de Apolo, al que se alude
aquí con el sobrenombre de «Loxias»; tal vez de Hermes, a quien el coro llama
«soberano de Cilene» porque, según se creía había nacido también en un monte
que llevaba ese nombre, o tal vez del propio Baco. Significativamente, las
divinidades citadas pertenecen al ámbito de lo misterioso, lo que no forma
parte del mundo ordenado de la ciudad, lo fronterizo con lo irracional.
13. La
aparición del anciano pastor en el episodio cuarto lleva a la revelación final
del verdadero origen de Edipo. Tras los desesperados lamentos de éste, el coro
toma la palabra y describe la trágica naturaleza de la vida humana: todos los
hombres son desdichados; incluso los que, como Edipo, son considerados los más
felices, lo son sólo en apariencia y apenas pueden sostener esta ilusión
durante un instante antes de caer de nuevo en la desgracia.
14. El
mensajero que sale del palacio relata los terribles acontecimientos que se han
producido en su interior: Yocasta, después de invocar a gritos a Layo, se ha
ahorcado sobre su cama. Edipo se ha arrancado los ojos con los broches de su
vestido: todo se ha llenado de sangre y de horribles voces que pronuncian
palabras que el mensajero no se atreve siquiera a repetir. El relato es
sobrecogedor; posiblemente, mucho más de lo que podía ser la puesta en escena
de todos estos episodios sangrientos. Se ha afirmado muchas veces que los
trágicos griegos recurrían a la figura del mensajero para poner en palabras
situaciones que, debido a las carencias de la escenografía de la época, habrían
resultado particularmente difíciles de representar; pero este planteamiento no
explica por qué en algunas obras la muerte violenta de un personaje tenía lugar
ante los ojos del espectador. No podemos descartar que este tratamiento
obedeciera a un planteamiento literario y que se prefiriera crear un impacto
dramático más intenso mediante los gritos de las víctimas y la pasión contenida
del discurso del narrador.
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