Orgullo y prejuicio (novela)
Orgullo y prejuicio
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de Jane Austen
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Darcy junto a Lizzie.
Ilustración de la edición 1895.
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Orgullo y prejuicio
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Orgullo y prejuicio (en inglés,
Pride and Prejudice), publicada por primera vez el 28 de enero
de 1813
como una obra anónima, es la más famosa de las novelas de Jane Austen
y una de las primeras comedias románticas en la historia de la novela.
Su primera frase es, además, una de las más famosas en la literatura inglesa: «Es una verdad mundialmente
reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una
esposa».
Es una novela de desarrollo
personal, en la que las dos figuras principales, Elizabeth
Bennet y Fitzwilliam Darcy, cada uno a su manera y, no
obstante, de forma muy parecida, deben madurar para superar algunas crisis y
aprender de sus errores para poder encarar el futuro en común, superando el
orgullo de clase de Darcy y los prejuicios
de Elizabeth hacia él.
Es una de las obras más
conocidas de la literatura inglesa, gracias a innumerables
ediciones y algunas películas (como Orgullo y prejuicio, 2005),
reescrita incluso en forma de un musical de Broadway (1959).
Primera edición de la novela
Cuando Jane Austen escribió
Orgullo y prejuicio apenas tenía veinte años, y compartía habitación con su
hermana. Escribía en simples cuadernos. La primera redacción de la obra data
del periodo 1796;
inicialmente recibió el título de First Impressions (Primeras impresiones),
pero nunca fue publicada con ese nombre. Esta primera versión de la novela ya
estaba esbozada por Jane Austen a los veintiún años. En 1797 el padre de Jane se
la ofreció a un editor, que la rechazó.
Jane Austen revisó la obra
en 1809-1810 y de nuevo en 1812, y se la ofreció
entonces, con el apoyo de su hermano Henry, a otro editor, que había publicado Sentido y sensibilidad el año anterior.
Se publicó por primera vez
el 28 de enero
de 1813.
Al igual que su predecesora y La abadía de Northanger, fue escrita en la
rectoría de Steventon.
Argumento
La familia Bennet reunida
La novela describe poco más
de un año en la vida de un pequeño grupo de jóvenes en el campo cerca de Londres
en el cambio de siglo (del XVIII al XIX), durante el reinado de Jorge III.
En el centro de esta
sociedad se encuentra la familia Bennet, con sus cinco hijas casaderas,
de entre quince y veintitrés años (de mayor a menor: Jane, Elizabeth, Mary,
Catherine y Lydia). La señora Bennet ve el matrimonio como la única esperanza
para sus hijas, pues tras la muerte del señor Bennet las jóvenes quedarán
abandonadas a su suerte cuando William Collins, primo de las muchachas, herede
todo debido a que la propiedad forma parte de un mayorazgo del que es
beneficiario. El mayorazgo solo se transmite por linaje masculino, de manera
que, al fallecimiento del padre, la madre y las hijas perderán la mayor parte
de la fortuna y el derecho a habitar la propiedad. La señora Bennet está muy
emocionada por las noticias de la llegada de un hombre soltero «de considerable
fortuna» (cinco mil libras anuales) al vecindario: Charles
Bingley. El señor Bingley ha alquilado la finca Netherfield, donde
planea establecerse temporalmente con sus dos hermanas, la señorita Bingley y
la señora Hurst, así como su cuñado, el señor Hurst. La señora Bennet espera
casar a alguna de sus hijas con el señor Bingley.
Poco después, Bingley y su
grupo, que ahora incluye a su amigo íntimo, Fitzwilliam
Darcy, acuden a un baile público en el pueblo de Meryton. Al
principio, Darcy suscita admiración debido a su elegante figura y sus ingresos
de diez mil libras al año. No obstante, rápidamente los vecinos lo consideran
orgulloso, alguien que los desprecia como socialmente inferiores. De hecho, así
lo considera la familia Bennet cuando Elizabeth
Bennet oye a Darcy declinar la sugerencia de Bingley de que la saque
a bailar, pues no la encuentra suficientemente hermosa para merecer su
atención. Este comentario la hiere en su orgullo y aprovecha cualquier ocasión
para hacer uso de su ingenio, permitiéndose ironías que bordean lo inadmisible
en una joven. Bingley, por su parte, resulta muy agradable, y aunque baila con
varias de las jóvenes disponibles en el lugar, desde el principio muestra una
decidida admiración por Jane Bennet, la mayor de las hermanas. Deseosa de
animar esta unión tan ventajosa, la señora Bennet intenta forzar que Jane y
Bingley se puedan encontrar juntos. Para su dicha, después del primer baile,
Jane es invitada a Netherfield, adonde llega enferma de neumonía,
por lo que Elizabeth camina hasta allí a cuidarla; esto provoca burlas por parte
de las hermanas de Bingley, pero despierta cierta admiración en Darcy, que no
puede dejar de mirarla. Durante los días siguientes, conversan mucho mientras
ella se encuentra cuidando a su hermana enferma y casi siempre terminan
discutiendo, lo cual molesta a Elizabeth y provoca que Darcy la admire por su
ingenio y viveza, además de sus expresivos ojos.
Poco después del baile, el
señor Collins, quien heredará el patrimonio Bennet, visita a la familia.
Collins es una figura cómica, un clérigo pomposo y bufón cuya idea de una tarde
amena es leer a sus primas los Sermones de Fordyce;[1]
se complace en mencionar continuamente el nombre de su gran patrona, la condesa
Lady Catherine de Bourgh. Siguiendo la imperiosa sugerencia de Lady Catherine
de que debe casarse, Collins ha decidido compensar su papel en el futuro
empobrecimiento de sus primas casándose con una de ellas.
Durante una velada, el señor
William Lucas sugiere a Elizabeth como compañera de baile para Darcy y esta lo
rechaza, debido a que él anteriormente había expresado que no bailaría con
ella; sin embargo, durante un segundo baile celebrado en Netherfield, él le
pide un baile y ella acepta. Durante el baile discuten fríamente y Elizabeth
cada vez le soporta menos. Por su parte, Darcy cada vez la admira más, aunque
no deja de notar el terrible comportamiento de sus hermanas menores, su madre
(que no deja de jactarse de que Jane se casará con Bingley) y su padre, lo cual
hace que la desestime como posible pareja. El señor Collins propone matrimonio
a Elizabeth, pero esta lo rechaza tajantemente. Aunque la señora Bennet intenta
promover el matrimonio, el señor Bennet, quien no siente gran simpatía por su
sobrino, apoya la decisión de su hija favorita.
Mientras tanto, Elizabeth
empieza a sentirse atraída por un oficial recientemente llegado, el señor
George Wickham, quien en poco tiempo se gana el aprecio y la simpatía de los
lugareños con su amabilidad y carisma. Tras saber que el señor Darcy se
encuentra en el lugar, relata a Elizabeth como es que ha sido privado de su
legítima herencia por el señor Darcy, explicando que es hijo de uno de los
sirvientes más cercanos de la familia al punto que el padre de Darcy se volvió
su benefactor y dejó para él cierta herencia que tras su muerte su hijo se negó
a reconocer, viéndose así obligado a unirse al ejército para no quedar en la
calle; con esto se fortalece la reprobación de Elizabeth hacia Darcy, dados los
prejuicios
que tiene en su contra. Después que Elizabeth rechace al señor Collins, este se
casa rápidamente con Charlotte Lucas, la mejor amiga de Elizabeth, quien acepta
su ofrecimiento con una estimación realista de sus opciones, dado que ya ha
cumplido veintisiete años y solo tiene una pequeña dote.
El señor William Lucas
sugiere a Elizabeth como compañera de baile para el señor Darcy.
Para este momento, la
opinión que la gente del sector tiene de Darcy ha decaído enormemente, en parte
por la actitud fría que todos los lugareños ven en él, pero mayormente porque
Wickham ha hecho de dominio público las injusticias que Darcy ha cometido
contra él, además de revelar cualidades reprobables que conoce tras haber
vivido cerca suyo tantos años.
Bingley decide
repentinamente marcharse de nuevo a Londres, desilusionando a Jane y solo
explicándose a través de una carta de la señorita Caroline Bingley, aclarando
en el primer párrafo que pasarían todo el invierno en Londres; en casi toda la
carta se encontraban elogios hacia la señorita Georgiana Darcy. Aun con esto,
Elizabeth mantiene sus sospechas de que el señor Darcy tuvo algo que ver en el
asunto.
Elizabeth visita a
Charlotte, que vive ahora bajo el dominio de la tía de Darcy, Lady Catherine,
una mujer acostumbrada a imponer su voluntad sobre la vida del resto. Estando
con ellos, Darcy visita a la condesa y se aloja en su casa en la propiedad
vecina, Rosings. Elizabeth y Darcy se ven obligados a verse muy frecuentemente.
Sin embargo, un día el Coronel Fitzwilliam, primo de Darcy, revela durante una
conversación con Elizabeth que oyó decir a este que libró a un buen amigo de un
matrimonio inconveniente, lo que confirma las sospechas de la joven respecto a
su responsabilidad en las penas de su hermana.
Paralelamente, los encantos
de Elizabeth acaban seduciendo al señor Darcy, lo que provoca que finalmente
declare su amor por ella y exprese su deseo de casarse con ella, «a pesar de su
origen inferior, su degradación, su reprensible familia...»:
Ha sido en vano que yo
luchase. Nada he conseguido con ello. Mis sentimientos pueden más que yo.
Permítame que le diga cuánta es la admiración que me inspira y cuánto la amo.
Fitzwilliam Darcy; Capítulo
XXXIV
Sorprendida e insultada por
tan arrogante propuesta de matrimonio, nuevamente herida en su orgullo y
enfadada por su reciente descubrimiento de que fue Darcy quien convenció a su
amigo Bingley para que cortara su relación con Jane y sumado al rechazo por sus
injusticias hacia Wickham, Elizabeth lo rechaza en términos inequívocos y de la
forma más hiriente que le es posible, creando uno de los momentos más
trascendentales de la trama:
Desde el principio, casi
desde el primer instante en que le conocí, sus modales me convencieron de su
arrogancia, de su vanidad y de su egoísta desdén hacia los sentimientos ajenos;
me disgustaron de tal modo que hicieron nacer en mí la desaprobación que los
sucesos posteriores convirtieron en firme desagrado; y no hacía un mes aún que
le conocía cuando supe que usted sería el último hombre en la tierra con el que
podría casarme.
Elizabeth Bennet; Capítulo
XXXIV
Darcy, molesto y herido por
las recriminaciones de Elizabeth, decide retirarse disculpándose por
incordiarla con una declaración que le produjo semejante rechazo. Al día
siguiente, intercepta a Elizabeth mientras ella da su paseo matutino, le
entrega una carta y se despide fríamente. En la carta, Darcy explica que no
siente la necesidad de disculparse por la forma en que habló de su familia ya
que considera que su juicio sobre ellos es acertado; tampoco por separar a
Bingley de Jane, aunque reconoce que en este caso si cometió un error de juicio
al confundir la naturaleza reservada de Jane con desinterés hacia Bingley, a
quien quería proteger de una relación desafortunada. Revela, sin embargo, su
historia en relación con el señor Wickham y la verdadera naturaleza de este.
Darcy nunca lo privó de su herencia; Wickham era el hijo de un estimado
empleado y con base en adulaciones se ganó el aprecio de su padre, quien se
hizo cargo de su educación y como éste deseaba dedicarse a la vida religiosa,
había dispuesto dejarle la Rectoría de la familia y algunos terrenos; sin
embargo tras su fallecimiento Wickham revelaría no tener tales intenciones y
exigió recibir de inmediato un equivalente en dinero de su herencia que
derrochó en poco tiempo por su afición al juego
y las deudas. Además, es un libertino que, al comprender que no obtendría más dinero de
parte de Darcy, intentó fugarse con Georgiana, la hermana de 15 años de Darcy,
como una forma de apoderarse del dinero de esta, pero la abandonó en cuanto
supo que no tenía posibilidad de obtener su dote o herencia.
Elizabeth queda avergonzada
a la vista de estas aclaraciones y reconoce que el orgullo
y el prejuicio
la habían cegado; también reconoce que ante el comportamiento galante de
Wickham había decidido atribuirle cualidades de las que ahora comprendía que
carecía tras repasar los actos y comentarios que recordaba de él. De la misma
forma, había preferido calificar el carácter silencioso de Darcy como defecto,
sin detenerse a ver la amabilidad y rectitud que había demostrado en varias
ocasiones desde que se conocieron. Tras razonarlo, no le queda más que aceptar
también que el caballero tenía razones válidas para censurar a sus padres y a
sus hermanas menores, ya que incluso ella sentía vergüenza ajena por su forma
de actuar en los eventos sociales y que Darcy simplemente ha demostrado con sus
actos la misma preocupación y aprecio por Bingley que ella tenía hacia Jane. No
obstante, lamenta el haber rechazado a Darcy y solo desea volver a verlo.
Tras pasar algunos días en
su casa, Elizabeth se va de vacaciones con sus tíos, los Gardiner, por Derbyshire;
la convencen para que visite Pemberley, la finca de Darcy, mientras él se
encuentra fuera. Queda impresionada por su tamaño y organización, así como por
las alabanzas que recibe el hombre por parte de su ama de llaves, quien se
refiere a las actitudes generosas y nobles que conoce de su patrón. Se siente
entonces avergonzada cuando se encuentran inesperadamente mientras hace una
visita por los terrenos. No obstante, su comportamiento respecto a ella y a la
gente en general ha cambiado, es más cálido que en su anterior encuentro; esto,
unido a la manera educada y amistosa con que trata a sus tíos, empieza a hacer
pensar a Elizabeth que bajo su orgullo yace una naturaleza leal y generosa.
Esta segunda opinión sobre Darcy viene apoyada por su encuentro con su hermana
menor, Georgiana, una chica agradable y tímida a quien Darcy adora y que
despierta la simpatía de Elizabeth y su tía. Descubrir esta faceta de Darcy
hace que sus tíos, quienes estaban predispuestos hacia él debido a los
comentarios de Wickham, cambien de parecer y lo tengan en gran estima. En
paralelo, Caroline Bingley está presente en el lugar y molesta por el evidente
interés de Darcy en Elizabeth hace constantes comentarios maleducados y fuera
de lugar en un intento de humillar a la joven pero que sólo causan que Darcy
pierda permanentemente toda buena disposición hacia ella.
Justo cuando su relación con
Darcy empieza a ser más distendida, Elizabeth queda horrorizada al saber que en
su ausencia Lydia, su obstinada hermana menor, ha captado la atención de
Wickham y se han fugado; una relación sin matrimonio y un hijo ilegítimo
destruirían el honor de los Bennet, reduciendo las posibilidades de matrimonio
de las demás hermanas. Cuando la familia investiga, descubren que Wickham
abandonó el servicio para eludir deudas de juego y fugarse con Lydia es solo su
herramienta para huir, por lo que es obvio que en poco tiempo la deshonre y
abandone. Cuando Elizabeth cuenta esto a Darcy, él se reprocha ser culpable de
esta situación al no haber desenmascarado a Wickham desde un inicio; tras esto
se retira y Elizabeth razona que cualquier oportunidad de acercarse a él ha
sido arruinada por los actos de su hermana.
Su tío se dirige de
inmediato a Londres y logra encontrar la pista de Wickham, escribiendo a la
familia que ha negociado con él y a cambio de una pequeña dote de parte de
ellos este acepta casarse con Lydia, aunque es evidente para todos que el Señor
Gardiner debió pagarle una gran suma de dinero o de otra forma nadie aceptaría
casarse con alguien como Lydia por tan poco dinero. A diferencia del resto de
la familia, la señora Bennet encuentra en este polémico incidente razones para
celebrar y enorgullecerse de su hija, argumentando que podrá jactarse antes sus
amigas de que su hija ha conseguido casarse a pesar de su corta edad. A raíz de
este incidente el señor Bennet decide abandonar su actitud apática hacia su
familia y se ha involucra más en la disciplina de Catherine, convirtiéndose en
un figura estricta e implacable para evitar que siga los pasos de su hermana.
Cuando la flamante pareja
visita el hogar, Elizabeth descubre accidentalmente, gracias a los
despreocupados comentarios de Lydia, que Darcy ha jugado un papel importante en
la solución de este incidente y además ha costeado la boda exigiendo que su
intervención se guarde en secreto, más tarde su tía, la señora Gardiner,
confirma que es Darcy quien encontró a Wickham, desembolsó una exorbitante suma
para convencerlo de casarse y corrió con todos los gastos de la ceremonia. Este
acto final completa un giro radical en los sentimientos de Elizabeth, quien
ahora lamenta haber rechazado la declaración de Darcy y comprende que las
primeras impresiones, guiadas por el orgullo y el prejuicio, no siempre son las
verdaderas. Aun así, no guarda esperanzas de ningún tipo de acercamiento con
Darcy, razonando que fue demasiado cruel al rechazar su confesión aun cuando
este se mostró amable y atento con ella en Pemberley. Ahora que su hermana
menor ha generado tal escándalo, él debe haber descartado cualquier interés en
relacionarse con los Bennet, especialmente teniendo en cuenta que esto le
supondría convertirse en cuñado del despreciable Wickham.
Poco tiempo después Bingley regresa
a Netherfield, ocasión que aprovecha la Señora Bennet para intentar forzar un
reencuentro con Jane, cosa que se logra en lo que se insinúa como una
intervención de Darcy y da pie a continuas visitas por parte de ambos a la casa
Bennet. Mientras Jane disfruta las reuniones con el hombre que aún ama,
Elizabeth siente la tortura de tener cerca a Darcy y que no haya situaciones
donde ambos puedan hablar, así como el aparente regreso del carácter frío y
hermético que lo caracterizaba antes de encontrarse en Pemberley. Días después
Darcy debe retirarse temporalmente a Londres mientras Bingley consigue armarse
de valor para pedir la mano de Jane, lo que causa alegría en toda la familia.
Lady Catherine descubre los
sentimientos de Darcy hacia Elizabeth, lo que amenaza su ambición, largamente
sentida, de casarlo con su propia hija. Mientras Darcy se encuentra en Londres,
su tía visita inesperadamente a Elizabeth y con brusquedad intenta presionarla
para que declare abiertamente que no existe un compromiso ni interés de su
parte por Darcy; la orgullosa muchacha, frente a la grosera e impertinente
actitud de la mujer, rechaza negar o reconocer alguna cosa de lo que esta le
ordena, por lo que la duquesa debe retirarse molesta y sin conseguir nada.
Irónicamente, este hecho sella la relación entre Elizabeth y Darcy, pues cuando
Lady Catherine se queja a Darcy de la obstinación de Elizabeth, él se da cuenta
de que los sentimientos de la muchacha han cambiado, razonando que alguien como
ella no tendría reparos en restregarle a Lady Catherine su desinterés por Darcy
si así lo sintiera, lo que le da esperanzas suficientes para intentar
declararse otra vez.
Finalmente, durante una
reunión familiar a la que Darcy asiste en calidad de amigo de Bingley, logra
dar un paseo solo con Elizabeth y después que ella confiesa saber sobre su
intervención en la boda de su hermana, él le explica cómo el enfrentamiento con
su tía ha renovado sus esperanzas y armándose de valor decide declararse por
segunda y última vez:
No negaré que el deseo de
tranquilizarla se sumó a las otras razones que me impulsaron a hacer lo que
hice; pero su familia no me debe nada. Les tengo un gran respeto, pero no pensé
más que en usted. Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus
sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi
cariño y mis deseos no han cambiado, pero con una sola palabra suya no volveré
a insistir más.
Fitzwilliam Darcy; Capítulo
LVIII
Jane y Elizabeth se casan
poco después con Bingley y Darcy, respectivamente. Tras su matrimonio,
Elizabeth y Darcy se establecen definitivamente en Pemberley junto a Georgiana,
quien se ha convertido no solo en su cuñada, también en su mejor amiga; allí
los tíos y el padre de Elizabeth se vuelven visitantes asiduos y familiares muy
apreciados para Darcy; tras algún tiempo Bingley compra una propiedad junto al
hogar de su mejor amigo para felicidad de ambas esposas. Se menciona que
Catherine aprovecha las amistades de sus hermanas y cuñados para asistir a
eventos de la alta sociedad, pero ahora que está lejos de la influencia de
Lydia, se ha convertido en una joven más centrada y correcta. Mary carece de
pretendientes, pero al ser la única soltera, recae sobre ella la obligación
tradicional de quedarse en casa y dedicarse a cuidar a su madre, cosa que no le
molesta, ya que la vida le parece más grata ahora que solo ella vive allí y no
siente que es ensombrecida por el atractivo de sus hermanas. La única molestia
son Wickham y Lydia, de quienes se insinúa que el pobre amor entre ambos ha
muerto rápidamente y ninguno es fiel al otro, pero continuamente visitan y
abusan de la hospitalidad del inocente y amable Bingley, hasta el punto de
hacerle perder los estribos y echarlos de la casa en una ocasión; también
constantemente se ven llenos de deudas, por lo que Elizabeth intenta ayudarles
con sus propios ingresos, pero rápidamente lo despilfarran y nuevamente hay que
ayudarlos con más dinero o buscarles viviendas más baratas. Finalmente se
menciona que tras algún tiempo Darcy y Lady Catherine hacen las paces e incluso
ella los visita ocasionalmente.
Personajes[editar]
Personajes principales[editar]
Elizabeth
Bennet, protagonista de la historia, segunda de las cinco hermanas y
la más bella de la familia después de Jane, según las palabras de su madre, la
señora Bennet. Es una joven de veinte años, inteligente e ingeniosa; es
divertida, un poco orgullosa y con muchos prejuicios al comienzo de la novela.
Se deja llevar siempre por las primeras apariencias, pero con el tiempo se da
cuenta que no siempre la primera impresión es la que define a la persona.
Fitzwilliam
Darcy, personaje masculino central de la novela y segundo interés
amoroso de Elizabeth. Es un hombre inteligente, rico y tímido, que a menudo
parece arrogante y orgulloso a los extraños, pero posee debajo de esa fachada
un interior honesto y bueno. Inicialmente, considera a Elizabeth socialmente
inferior a él, no merecedora de sus atenciones; pero descubre que, a pesar de
sus inclinaciones, no puede negar sus sentimientos hacia ella. Su primera
proposición es rechazada debido a su orgullo y al prejuicio de Elizabeth contra
él. Adora a su hermana Georgiana y es suficientemente inteligente para darse
cuenta de la atención que atrae solo por su posición social.
La familia Bennet[editar]
El señor Bennet, cabeza de
la familia. Es un caballero inglés con una finca en Hertfordshire,
casado con la señora Bennet, con la que tiene cinco hijas. Por desgracia, su
propiedad está vinculada a un descendiente por vía masculina (el señor
Collins). El señor Bennet es un hombre agradable, inteligente y sarcástico;
algo excéntrico, solo puede divertirse a costa de su «nerviosa» esposa y sus
dos hijas pequeñas, Kitty y Lydia. Se siente más cercano a Jane y, sobre todo,
a Elizabeth, las dos hijas mayores y las más sensatas de sus retoños. Ha
encontrado el equilibrio quedándose en la soledad de su estudio y
desentendiéndose de la crianza de sus hijas. Con ello, en cierto sentido
abandona sus responsabilidades hacia la familia y la lleva casi al desastre.
La señora Bennet, esposa
quejumbrosa y maleducada del señor Bennet, la madre de Elizabeth y sus
hermanas; desde el primer momento es descrita por el autor como una mujer de
poca inteligencia, mal temperamento y afición por los chismes[2].
Su principal preocupación en la vida es ver a sus hijas bien casadas, sin
importarle con quién mientras sean ricos y las cuiden después de la muerte del
señor Bennet. Sin embargo, sus esfuerzos se ven obstaculizados por su
naturaleza imprudente y frecuentes desatinos en sociedad. Desde el primer
momento, Jane Austen advierte que la señora Bennet es «peligrosamente tonta,
que está jugando irresponsablemente con la decisión más importante que sus
hijas van a tener que tomar»[3].
Jane Bennet, la mayor de las
hermanas Bennet. Tiene veintitrés años de edad al principio de la novela y es
considerada generalmente la más hermosa de las hermanas. La hondura de sus
sentimientos es difícil de discernir para aquellos que no la conocen bien,
debido a sus maneras reservadas y su dulzura con todos. Ella es incapaz de
creer lo peor de la gente, con una personalidad tímida, ingenua y pura de
sentimientos; ve solo lo bueno. Se enamora de Charles Bingley y queda desolada
cuando él abruptamente rompe su relación sin más explicaciones. Con el tiempo,
sin embargo, el malentendido por parte de él queda aclarado y ella lo acepta
como marido.
Mary Bennet, la más seria y
sentenciosa de las hermanas Bennet. Es la única de las hermanas que no es
atractiva, lo que le da un carácter amargado debido a las comparaciones a las
que la someten. Esto lo intenta remediar haciendo ver que no le interesan
demasiado las reuniones sociales y que lo que de verdad le gusta es pulir sus
conocimientos y sus dotes intelectuales, lo que le da un aire pedante,
especialmente ya que usa un lenguaje rebuscado y acartonado en un intento de
parecer intelectualmente superior. A pesar de creerlo tampoco es demasiado
inteligente, lo que se demuestra al encontrar al señor Collins «extremadamente
interesante».
Catherine "Kitty"
Bennet, aunque mayor que su hermana Lydia, es en cierto modo su compinche.
Imita todo lo que Lydia hace y se muestra desproporcionadamente celosa cuando
solo invitan a Lydia a ir a Brighton con las tropas, pues ella también desea
ir. Se caracteriza por ser tan vanidosa y materialista como su hermana menor.
Tras la fuga y el escandaloso matrimonio de Lydia, el Señor Bennet reconoce que
es consecuencia de la indiferencia que ha demostrado en la crianza de sus
hijas, por lo que advierte a Catherine, para desgracia de esta, que a partir de
ese momento planea ser estricto y muy poco permisivo con ella para evitar un
nuevo incidente. Tras el desenlace se menciona que alejarse de Lydia ha
mejorado mucho su actitud y se ha vuelto una muchacha más centrada y correcta.
Lydia Bennet, la más joven
de las hermanas. Tiene quince años cuando comienza la narración. Lydia es muy
coqueta, inocente, cabezota e imprudente. Es una holgazana, dedicada a seguir
sus caprichos frívolos, especialmente la caza de los oficiales acuartelados en
Meryton. El señor Wickham la seduce y ella se fuga con él sin pensar mucho en
las consecuencias para su familia. Luego, gracias al señor Darcy, Wickham se
casa con ella a cambio de dinero y de que le paguen la boda.
Personajes masculinos[editar]
Charles
Bingley, el amigo más cercano del señor Darcy a pesar de sus
diferentes personalidades. Es un joven extrovertido, extremadamente amable y
rico, que alquila una propiedad cerca de la finca de los Bennet al comienzo de
la novela. A diferencia de muchos dentro de su círculo, él es asequible y se
mezcla fácilmente en compañía de otros que son considerados por debajo de él.
Se siente atraído por Jane Bennet, quien corresponde a sus sentimientos, pero
que es demasiado tímida y reservada para expresarlos claramente. El gran
defecto de su personalidad es la falta de resolución y dependencia de la
opinión de otros, cosa que aprovechan sus hermanas para manipularlo y Darcy en
primer momento para acabar su relación con Jane y posteriormente para hacerlos
consolidar su compromiso.
William Collins, sobrino
del señor Bennet, un clérigo y su pariente varón más cercano, por lo que
heredará Longbourn a la muerte del señor Bennet. Collins es un sicofante
pomposo y de mente estrecha, excesivamente devoto y adulador de su patrona,
Lady Catherine de Bourgh. Al aconsejarle esta que encuentre esposa,
inicialmente selecciona a Jane, solo para transferir instantáneamente sus
afectos a Elizabeth al saber del próximo enlace de Jane con el señor Bingley.
Después de ser rechazado por su segunda elección, propone matrimonio a
Charlotte Lucas, que lo acepta.
George Wickham,
enemigo del señor Darcy. Es un gallardo, encantador y guapo oficial que llama
la atención de Elizabeth Bennet. Su padre era el administrador del patrimonio
Darcy, así que creció con el señor Darcy y su hermana, siendo el favorito del
difunto padre de Darcy. El encanto de Wickham encubre una naturaleza más
conspiradora y deshonesta, con una amarga enemistad entre él y Darcy debido a
su intento de raptar a Georgiana Darcy por su considerable dote. Más tarde se fuga
con Lydia Bennet, pero es encontrado por Darcy, quien le soborna para que se
case con ella.
El señor Hurst, marido de la
señora Hurst, hermana del señor Bingley. Es un hombre frívolo cuya única
afición es jugar a las cartas, por lo que desprecia e ignora a todo aquel que
no se siente atraído por los naipes. Cuando se entera precisamente de que
Elizabeth prefiere la lectura al juego de cartas, deja de prestarle atención.
Personajes femeninos
Charlotte Lucas, mejor amiga
de Elizabeth Bennet, aunque varios años mayor que ella. Hija de Sir Lucas y con
algunos hermanos hombres, menores y haraganes. Tras enterarse que Elizabeth
rechazó a William Collins finge querer evitar que incordie a su amiga y
«sacrifica» su tiempo compartiendo con él hasta que éste decide proponerle
matrimonio, cosa que ella acepta, ya que tiene 27 años (una edad madura) y se
encuentra en una precaria situación económica. Después de la noticia sobre la
boda se rompe la estrecha amistad que existe entre las jóvenes ya que Elizabeth
se decepciona de ver a su amiga sacrificar sus convicciones por cosas
materiales, aunque se siguen frecuentando, es aquí cuando se da cuenta Lizzy de
que su amiga prefirió la comodidad al amor, ya que aparenta felicidad pero por
dentro está vacía. Charlotte le dice a Elizabeth cuando esta se lo echa en
cara: «Lizzy, no todas podemos darnos el lujo de ser románticas»;[4]
en realidad reconoce para sí misma saber desde el día del compromiso que
Collins es un hombre pesado, carente de inteligencia, simpatía y que su amor
por ella era imaginario, pero no le interesaba nada de esto ya que era la
salida para su situación.
Georgiana Darcy, hermana
menor del señor Darcy, una joven tímida que quiere a su hermano por encima de
todo. Al conocer a Elizabeth, Georgiana siente una gran simpatía hacia ella y
no duda en apoyar una relación entre ambos. Años atrás fue seducida por George
Wickham, quien con la ayuda de una alcahueta intentó raptarla para casarse con
ella, pero el señor Darcy lo descubrió justo a tiempo y no dejó que eso
sucediera, ya que le «avisó» de que no lograría conseguir ni una moneda
casándose con su hermana, después de lo cual Wickham desaparece. Su personalidad
tímida la hace temerosa de cometer un error en sociedad optando por el silencio
y la inexpresividad, por lo que muchas veces crea en la gente la misma
impresión que su hermano.
Lady Catherine de Bourgh,
tía del señor Darcy y protectora de William Collins, una condesa rica,
extremadamente recta y creyente de la férrea educación de las damas, a las que
no cree preparadas sin un estudio profundo de dibujo, música, idiomas y artes
variadas. Crítica, exigente y algo egocéntrica, no permite las insurrecciones
propias de la juventud. Le gusta el lujo palaciego y los decorados ostentosos,
así como un comportamiento muy refinado y correcto en sociedad. Devalúa y tiene
prejuicios respecto a todos aquellos que están por debajo de ellos en la
jerarquía; según razona, su título y condición social le dan autoridad para
imponer su voluntad y juicio sobre cualquier otra persona, resultando en una
mujer que, a pesar de su educación, constantemente incurre en comentarios y
actitudes groseras y fuera de lugar.
Anne de Bourgh, única hija
de Lady Catherine. Es de constitución débil, lo que hace que casi siempre esté
enferma y no salga nunca de su casa. No habla mucho con Elizabeth durante su
estancia en Hunsford, lo cual da a pensar dos cosas: que es de carácter muy retraído
o que no se siente muy afín a la protagonista. Según su madre está formalmente
comprometida desde su infancia con el señor Darcy, aunque este posteriormente
explica que todo se debe a que en algún momento cuando eran niños, viendo a
ambos jugar, alguien comentó que harían una linda pareja, comentario con el
cual su tía se encaprichó y decidió como un hecho incuestionable y de forma
unilateral, sin que nadie más se tomase realmente en serio la idea de este
matrimonio.
Caroline Bingley, hermana
del señor Bingley. Junto con su hermana, la señora Hurst, intenta confundir a
Jane Bennet sobre los sentimientos del señor Bingley respecto a ella, pues le
hacen creer que tienen intención de casarlo con la hermana del señor Darcy,
Georgiana. Interesada sentimentalmente en el señor Darcy, Caroline intenta
apartarlo de Elizabeth, despreciándola y ridiculizándola siempre que puede.
Lousia Hurst hermana del
señor Bingley, casada con el señor Hurst. Se trata de una mujer orgullosa y
clasista que, con la ayuda de su hermana soltera Caroline, intenta alejar a
Bingley de Jane Bennet para casar a su hermano con Georgiana Darcy y a la vez
propiciar una unión entre la propia Caroline y el señor Darcy.
Análisis
Red conceptual que muestra
las principales relaciones entre los personajes de Orgullo y prejuicio
El principal logro de Jane Austen
es transmitir una perfecta imagen de la sociedad británica
en el cambio de siglo, por debajo de las apariencias y los prejuicios.
Describe de manera poética, inteligente e irónica las vidas de las jóvenes y la
sociedad en la campiña inglesa del siglo XVIII,
a través de una minuciosa caracterización psicológica y de comportamiento
de los personajes. No obstante, no se hacen referencias en la trama a los
dramáticos acontecimientos históricos de la época; entre otros, la revolución francesa o el inicio de las campañas napoleónicas.
El tema central de la obra
es el matrimonio,
que es la decisión más importante que las hermanas Bennet van a tener que
tomar. El peligro está en elegir mal, por inmadurez o por falta de disciplina
afectiva.[5]
Al final, tres de las cinco hermanas se han casado después de elegir pareja
valorando el amor, la seguridad económica y las afinidades. Ese interés, que
desde la primera página se revela, solo se logra al final después de verse
retrasado por muchas tramas y malentendidos, debido
principalmente al orgullo y el prejuicio.
Esta novela ha mantenido el
interés de los lectores con el transcurso del tiempo, aunque desde que se
publicó se han producido, al menos, dos cambios trascendentales:
Temáticamente, en la medida
en que ha desaparecido la dependencia legal y la desventaja de las mujeres, que
veían reducida su perspectiva vital al matrimonio, sin poder desempeñar otro «trabajo» productivo, e igualmente, no existir
ese entorno de pequeña nobleza o gentry tan preocupada por determinadas formas sociales.
Estilísticamente, no está de
moda ese punto de vista del autor, con sus frecuentes comentarios
condescendientes externos y el lenguaje a veces formulario.
No obstante, a pesar del
paso del tiempo, esta obra sigue leyéndose, con una modernidad sorprendente.
Quizá sea porque la autora, lejos de la tradición literaria de su época,
satisface mejor que otros autores algunas de las eternas exigencias del lector:
El tópico de una historia de
amor con crisis y un final feliz en un entorno de figuras muy contrastadas. Los
personajes son fácilmente reconocibles: la madre casamentera, el clérigo
adulador, la gran dama dominante Catherine de Bourgh, la joven alegre e
inteligente que se casa con el aristócrata altanero pero de buen corazón.[6]
Una composición que
desarrolla hábilmente las líneas de la trama sin dejar «cabos sueltos» al
lector. La novela tiene una estructura de precisión clásica, los episodios se
definen por su realismo y se regulan según la función que cumplen en la
narración entendida como un todo.[7]
Un estilo que no aburre al lector con minuciosas
descripciones de apariencias, ropas o muebles. Ya la misma frase inicial entra
en materia, en el asunto central. Además, la obra es en su mayor parte
dialogada, lo que le da mayor interés.
Un valor constante como sátira
social, que nos entretiene con figuras «cómicas», con muchas ironías y diálogos
hostiles. La ironía
y el humor
son dos de los rasgos más destacados de su estilo. Su primera frase ya es
irónica: «Es una verdad universalmente conocida que un hombre soltero...». Es
una afirmación doblemente irónica, que «ridiculiza tanto a quienes enuncian
verdades universales como a las madres cazayernos».[3]
La novela tiene un valor
añadido. Es un manual de instrucciones sobre las charlas sociales aparentemente
intrascendentes y las formas educadas de comportamiento. A través de estos
comportamientos superficiales, las heroínas
deben captar los sentimientos que subyacen (presunción, envidia y celos). Las
hermanas Bennet y su amiga Charlotte se encuentran en un momento trascendental
de sus jóvenes vidas: la elección de un compañero adecuado, cuando aún no están
condicionadas por la edad. Jane Austen escribió, por tanto, un drama sobre la
trabajosa interpretación del mundo en el que vive.
Un análisis de la situación
de la crítica actual sobre Orgullo y prejuicio y Jane Austen,
así como de sus otras obras se encuentra en L. C. y R. T. Lambdin, A Companion
to Jane Austen Studies, Londres: Greenwood 2000.
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